El cristianismo, como religión, tuvo sus inicios en las enseñanzas y prédicas de Jesús de Nazaret en la Palestina romana durante el siglo I. A partir de estas enseñanzas, se formaron las primeras comunidades de creyentes, tanto en las provincias orientales del Imperio Romano como en regiones exteriores como Mesopotamia y Armenia.
El surgimiento del cristianismo
Jesús de Nazaret nació en Belén y vivió gran parte de su vida en Nazaret, trabajando como carpintero junto a su padre. A los treinta años, comenzó a recorrer Judea propagando sus ideas y se autodenominó el Mesías y el Hijo de Dios. Durante este tiempo, tuvo doce discípulos que lo acompañaron y difundieron sus enseñanzas.
Las ideas de Jesús eran revolucionarias para la época, ya que afirmaba que todos los hombres eran iguales ante Dios y que la salvación no dependía de la fortuna o de ritos y ceremonias, sino de la fe y las buenas acciones. También predicaba la caridad y el amor al prójimo como normas de vida, incluso hacia los enemigos. Jesús negaba el egoísmo, la hipocresía y la vanidad, y enseñaba que la recompensa estaría en la otra vida, en el cielo, después del juicio final.
Estas ideas resonaron entre la gente descontenta con los viejos credos basados en la obediencia a normas y ritos, pero con poco contenido espiritual. El cristianismo ofrecía una esperanza de cambio y salvación para los más pobres y olvidados, en una época de explotación y desesperanza. Además, la coherencia entre la palabra y la acción de Jesús y sus seguidores atrajo a muchos seguidores en Palestina y en todo el Imperio Romano.
Características de las primeras comunidades cristianas
Después de la muerte de Jesús, sus discípulos afirmaron que había resucitado y ascendido al cielo, lo que confirmaba su origen divino. Estos primeros cristianos se organizaron en comunidades que carecían de jerarquías y donde todo se compartía. La ayuda mutua era la base de la vida en estas comunidades, a las que se accedía tras el bautismo.
Las primeras comunidades cristianas se conocían como la Iglesia (ekklesía en griego) y se dedicaban a predicar las enseñanzas de Jesús. A pesar de las persecuciones que sufrieron por parte de las autoridades romanas, los cristianos siguieron expandiéndose y ganando seguidores.
De las persecuciones a la religión oficial
En un principio, los romanos no distinguieron a los cristianos de los demás judíos, pero a partir del emperador Nerón, se desataron persecuciones violentas contra los seguidores de Jesús. Los cristianos se negaban a adorar a los dioses romanos y a reconocer al emperador como divino, lo que era visto como un mal ejemplo por las autoridades imperiales. Además, la doctrina cristiana era considerada peligrosa por predicar la igualdad entre los hombres y el fin de los privilegios.
No todos los emperadores persiguieron a los cristianos. Trajano y Adriano los toleraron y les permitieron practicar su religión. Sin embargo, todo cambió cuando el emperador Constantino se convirtió al cristianismo en el siglo IV. A partir de ese momento, el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano.
Los padres de la Iglesia
Después de la conversión de Constantino, el obispo de Roma, conocido como Papa o Sumo Pontífice, se convirtió en el líder de los católicos de todo el entorno. A partir del siglo IV, surgieron grandes escritores que difundieron la doctrina cristiana, como San Jerónimo y San Agustín, considerados los padres de la iglesia.
La división del cristianismo
A medida que el catolicismo crecía en poder e influencia política, surgieron divisiones dentro de la religión. En el siglo XVI, el sacerdote alemán Martín Lutero protestó contra el poder de los Papas y fundó el protestantismo. Los seguidores de Lutero, conocidos como protestantes o luteranos, proponen la libre interpretación de la Biblia y se oponen a la propiedad de bienes terrenales por parte de la Iglesia.
Las primeras comunidades cristianas surgieron a partir de las enseñanzas de Jesús de Nazaret y se caracterizaban por la ayuda mutua y la falta de jerarquías. A pesar de las persecuciones, el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano, y su influencia se extendió gracias a los escritos de los padres de la Iglesia. Sin embargo, también surgieron divisiones dentro del cristianismo, como el protestantismo.