Lloré como nunca pensé que iba a llorar en una función privada de prensa. Si, más que en Coco, más que en Soledad. A dos metros de ti, protagonizada por Cole Sprouse y Haley Lu Richardson me llegó al corazón primero por su historia, y después por sus giros. Súper teen y con esta tendencia de amores terminales, la película te hace lagrimear casi que desde principio a fin. Incluso les más fuertes no pudieron resistirse. Y si no pregúntenle a Dylan, el otro gemelo.
Stella Grant es una freaky del control. Controla los horarios de sus medicamentos, la vida de sus padres, el hospital que es casi como su segundo hogar... menos la función de sus propios pulmones. Culpa de su enfermedad, la FQ (fibrosis quistica), tiene que mantenerse alejada sin excepción de cualquier persona que pueda transmitirle una infección y ponga en riesgo la posibilidad de recibir un transplante de pulmón. Hasta que llega Will Newman, por supuesto. Un joven rebelde y desinteresado por su tratamiento, que va a cambiar su vida al conocer a la chica de la que no puede estar alejado, pero necesariamente tiene que mantener, por lo menos, un metro y medio de distancia.
Si, a lo Bajo la Misma Estrella o Yo Antes de Ti, esta historia plantea un amor imposible y terminal, fórmula que no falla en un público más adolescente (y más adulto tampoco) y que te mantiene en vilo hasta el final de la película (o el libro) (PD: Spoiler Alert: ¿¡PORQUE NO PUSIERON LA ÚLTIMA ESCENA DEL LIBRO EN LA PELÍCULA!?)
Descubrí en Haley Lu Richardson una actriz súper sonriente, que conquistó la pantalla grande con su calidez y la pasión que puso al interpretar a Stella. Cole Sprouse, niño de cara triste by default, me pareció (después de Lu Richardson) la elección más acertada para interpretar a un Will Newman desganado de hospitales y con ansias de conocer el mundo fuera de sus paredes blancas.
Al ver primero la película y luego leer el libro (suelen pasarme estas cosas, de las cuales no me arrepiento luego), ya estaba preparada para cada golpe al pecho. O eso pensaba. En cada página se va desarrollando más la forma de ver el mundo de Stella y Will, explicando muchas cosas que en la película (por falta de tiempo, quizás) no estaban explicadas del todo.
Andy Grammer fue el encargado del soundtrack, y su canción original para la película "Don't give up on me" estuvo sonando sin parar durante varios días en mi cabeza. La fotografía, que mezcla lo analógico con lo digital, acompaña con diferentes propuestas a esta película súper millenial, con la incorporación de FaceTime, mensajes de WhatsApp o videos de YouTube, como método de comunicación entre los protagonistas.
Película adolescentosa, hermosa para ver una tarde de otoño, y para ponerte a reflexionar sobre las diferentes opciones que nos da la vida ¿Qué pasaría si no pudiéramos tocar a quienes amamos? ¿Si solo nos permitieran estar a dos metros de ellos? Will y Stella tienen la respuesta.
Noe Torres
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