Soy gordita de alma, por eso es indispensable la comida para comprarme. Obviamente, mi mamá no precisa esto. Pero cada vez que abro una encomienda y veo una bolsita llena de sconcitos me sonríe la panza (y la de mis amigos también).

Por eso, una tarde fría de invierno en que no había ganas de estudiar y Demetria venía a repasar conmigo, decidí esperarla con los sconcitos de mamá (hechos por mi). Entre mate, catarsis y fotocopias, nos bajamos la fuentada.

Ingredientes:

2 tazas de harina.

4 cucharaditas de polvo para hornear.

½ de sal.

60 gramos de manteca.

¼ taza de leche.

1 huevo.

Preparación:

Yo medí todo en una misma taza cosa de no equivocarme. Después, en un boul (¿se escribe así?) puse el harina (¿o la? ¡Aaaaaai que nervios!), el polvo para hornear, la sal y la manteca. Tal cual niños, agarrás con las manos y triturás toda la manteca mezclando con la harina, y te va a quedar como un granulado.

Aparte, pones el azúcar, la leche y el huevo y batís. Ahí es cuando incorporás todo en una masa. Te va a quedar un poco menos consistente que la de una pizza, pero más o menos así. Amasas hasta que todo esté bien unido, yo le tuve que poner un poco de harina a la mesada.

Estirás la masa cosa que quede de dos centímetros de grosos ponele. OJO. Yo la estiré demasiado y cuando los puse en el horno no levaron y quedaron duros como una piedra. Acá es cuando agarrás una copa (mea culpa, me la encanuté de un boliche de Buenos Aires a la que usé yo) y empezás a hacer los sconcitos. Si te animás los podes hacer con la mano o con las formas que quieras.

Lo ponés en un horno precalentado bajito, ¡y voilá! Anda mirando que no se te quemen y más o menos en 10 minutos tendrías que tener tus sconsitos hechos. Ricos para una tarde de estudio, para lucirte con tu novio o para comerlos con una frazada y una buena peli.

Albertina.