Desde hace 7 años, todas
las semanas en varios hospitales del país, un grupo extrovertido de payasos copa
las salas para llevar un poco de alegría a todas las personas que están en los hospitales. No lo hacen como trabajo ni como
hobby, sino con el fin de
complementar la medicina tradicional y acompañar a los pacientes y familiares para hacer más
llevadera su estadía en el hospital.
Sábado por la tarde en el Hospital de Niños de La
Plata. Es un día tranquilo y sin movimiento. Las enormes puertas de la entrada por calle 14 están arrimadas, lo cual es raro
porque no se usan frecuentemente. En las escaleras que dan a la vereda se
distingue un grupo reducido de chicos con mochilas y muchas bolsas. Se presentan como Malen
Carrizo, Antonella Canclini, Josefina Mauro y el único hombre del grupo,
Rodrigo Fiorin.
El
cuarteto estaba desde la una y media de la tarde en el hospital llevando a cabo
lo que corresponde al primer momento de la metodología del trabajo: el “payapase”. Pero ese asunto ya
estaba resulto, dos de las chicas que forman parte del grupo anotaron el
historial médicos de cada uno de los chicos que está internado en el recinto,
así que se dirigieron con todo el equipaje a la sala de dermatología del
lugar, que es donde se reúnen antes de hacer las intervenciones.
Todos tienen diferentes historias, así que fue una entrevista en
conjunto. Se sentaron en ronda en la pequeña salita y entre risas y comentarios
empezaron a contar que es ser payamédico.
Los
cuatro jóvenes coincidieron en que la clave está en el payaso interno, que no
se termina de construir con los 3 meses de curso sino que se completa cuando se
llega al hospital. “Es una
construcción que arranca con los 3 meses del curso práctico, donde vas viendo
la técnica de clown y un poquito de cómo sería en el hospital”, explica Rodrigo
y agrega “Acá nosotros trabajamos con niños porque es el hospital de niños pero
en realidad también interactuamos con las mamás, papás, abuelos, enfermeros,
médicos y con la gente de limpieza. Se trabaja tanto con niños como con adultos”.
Para
acompañar a los pacientes y alentarlos a que jueguen se necesita una distancia
que separa la realidad de ese mundo mágico que crean ellos. Malen, Antonella,
Josefina y Rodrigo coinciden en que ese distanciamiento te lo facilita la
nariz. “Acá vos tenes la nariz que te distancie y todo lo que estás haciendo es
para alguien más” interpreta Rodrigo.
Para
especificar y ejemplificar bien al clown Rodrigo cuenta una anécdota que le
contó un viejo profesor de teatro: “El clown es como un nene de 3 años. El nene
agarra un juguete y lo empieza a golpear,
si no lo vienen a retar lo va a dejar de golpear, sino va a llorar más
fuerte. Algo quiere provocar en el otro, porque él se completa por lo que
provoca en el otro.”
Después
de la charla los cuatro jóvenes no tardaron en cambiarse y reunirse en una
habitación aparte para empezar a organizar las visitas. Se sentaron en ronda y
una de las chicas empezó a leer los diferentes casos del día. Finalizado
el repaso del “payapase” se preparan para la parte más divertida: la
intervención. Entre canciones y risas salieron
a los pasillos. La galería de entrada estaba vacía, pero cuando llegaron, los
nenes aparecieron mágicamente. Se soltaban de las manos de sus madres y se
acercaban fascinados a ellos. Parecían buscar aunque sea una mirada cómplice de
esos payasos. Entre juegos, carcajadas y algún que otro llanto Adelina,
Fiorentina, Briana y Gaspar se fueron perdiendo entre los recovecos del
Hospital de Niños.
Ramona.
PD: Mil gracias a estas personitas que me dejaron pasar un día con ellos, lamentablemente el blogg es en pocas palabras y no pude poner toda la entrevista pero lo que hacen es hermoso. Durante la semana vamos a subir las otras dos partes de esta crónica.
0 comentarios